Desde que los ordenadores se convirtieron en artículos de uso doméstico, pasando por el auge de Internet, hasta el desarrollo de la cultura de los teléfonos inteligentes, los últimos 30 años han supuesto un enorme cambio de paradigma en casi todos los aspectos de la sociedad. Esta serie de innovaciones tecnológicas en muy poco tiempo ha alterado industrias y profesiones, y ha reimaginado para siempre el mundo empresarial. Por otra parte, con la aparición casi de la noche a la mañana de conceptos, industrias y vías de excelencia laboral totalmente nuevos, el futuro de la productividad en el lugar de trabajo empieza a ser también bastante prometedor.

La nueva era de la descentralización


La gestión centralizada ha sido la norma empresarial durante gran parte del pasado, pero la descentralización -la idea de transferir el control a varias oficinas locales en lugar de a un centro principal- tampoco es exactamente un concepto revolucionario. Compañías como Johnson & Johnson lo emplearon con gran éxito hace décadas. Sin embargo, la necesidad que subyace a esta nueva ola de descentralización es un poco diferente.

La creciente complejidad de los negocios


Una pequeña empresa de un sector con pocos cambios revolucionarios y aún menos partes interesadas prosperaría probablemente con la jerarquía rígida y centralizada de ayer. Sin embargo, cuando el mercado empieza a saturarse de nuevas empresas, ideas y prácticas, la empresa puede experimentar graves dificultades a la hora de cambiar de rumbo y adaptarse a los nuevos factores. La llegada de Internet puso de relieve este problema más que ninguna otra cosa. El tiempo que transcurre entre el conocimiento de las novedades del mercado y la actuación en consecuencia debe ser más corto que nunca. La rapidez en la toma de decisiones y la adaptabilidad son ahora necesidades de primer orden para las empresas de sectores que cambian rápidamente.

Adaptabilidad a través de la autonomía


La saturación de prácticas empresariales conservadoras y a menudo despiadadas de los años 80 y principios de los 90 desilusionó al trabajador corporativo común. Estaba claro que el estilo de gestión rígido y único estaba perdiendo terreno, y poco a poco fue apareciendo uno nuevo que favorecía la toma de decisiones ágil y la autonomía de los trabajadores. Los cambios tecnológicos, como los teléfonos inteligentes e Internet, hicieron posible que los equipos se comunicaran en tiempo real como nunca antes. El auge de la cultura de las startups, el trabajo autónomo, los espacios de trabajo compartidos, el trabajo desde casa, los empleos que permiten viajar y otros acuerdos empresariales no tradicionales hicieron que la atención se centrara más en los resultados y menos en el control directivo. A su vez, la mayor autonomía de los trabajadores se tradujo en una moral más alta, una mayor importancia de tener un equipo unido, más innovaciones en los procesos de trabajo y, por supuesto, la aparición de una industria en auge de herramientas de productividad especializadas.

El auge de la cultura de las aplicaciones de productividad


Con el rápido auge de la innovación tecnológica surgieron multitud de nichos y vías de beneficio completamente nuevos. Aumentó la demanda de empleados con habilidades muy específicas y, con ella, la necesidad de software igualmente especializado que pudiera maximizar el rendimiento que estos empleados, a menudo poco numerosos, podían producir. Al mismo tiempo, otros profesionales se encontraron en una situación en la que necesitaban ser mucho más versátiles y adaptables. Habilidades que eran ajenas a su área de especialización eran ahora alcanzables gracias a la disponibilidad de fuentes de información y aplicaciones especializadas que les permitían aprender más rápida y fácilmente que nunca. La demanda de estos dos grupos de profesionales dio lugar a una industria vibrante e impulsada por la innovación que abarca miles de aplicaciones de productividad, desde paquetes de oficina, enciclopedias digitales, clientes de correo, organizadores y aplicaciones de corrección de pruebas, hasta software especializado para trabajadores clínicos, arquitectos, contables, lingüistas y todo lo demás. Independientemente de la profesión o el sector, cualquiera podía crear un conjunto de aplicaciones esenciales que, combinadas, podían ofrecer una solución a medida para sus casos de uso específicos.

El futuro de la productividad


Es difícil imaginar las aplicaciones de productividad de 2030, pero los indicios muestran hacia dónde se dirige la demanda. Los sectores que más dependen de estas soluciones de productividad están pasando de la adopción de software útil a la optimización y la ampliación. Los macrodatos, el aprendizaje informático y las soluciones basadas en IA ya están demostrando ser fundamentales para ayudarnos a trabajar con los volúmenes cada vez más masivos de datos que debemos procesar a diario. Además, las plataformas de las redes sociales han acortado la brecha de comunicación entre la empresa y el cliente, lo que lleva a centrarse aún más en la toma rápida de decisiones y la adopción de los comentarios de los clientes. Estas y otras muchas demandas contemporáneas darán forma a las soluciones inteligentes del mañana y al siguiente paso en nuestra eterna búsqueda de una mayor productividad.


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